Durante la adolescencia, es común experimentar emociones intensas, especialmente en las relaciones amorosas. Sin embargo, cuando una persona siente que no puede estar bien sin su pareja, que necesita su presencia constante para sentirse valiosa o que su vida gira únicamente alrededor del otro, está experimentando dependencia emocional.
Esta situación puede llevar a problemas como el aislamiento, la baja
autoestima, la ansiedad e incluso la pérdida del enfoque en los estudios
y en los propios sueños. En grado once, es importante identificar estas
señales y empezar a construir relaciones basadas en el respeto, la
confianza y el amor propio.
El amor sano se basa en la libertad, en compartir desde la individualidad, no en el control ni en los celos. Aprender a estar bien con uno mismo es el primer paso para poder estar bien con los demás. Si no hay amor propio, se cae fácilmente en relaciones tóxicas, donde uno se pierde para complacer al otro.
Reconocer el valor personal, cuidar la salud emocional y tener metas propias permite establecer relaciones más equilibradas y felices. No se trata de dejar de amar, sino de amar sin perderse. La dependencia emocional no es amor: es miedo a estar solo. Por eso, amarse primero es la clave para amar bien.
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